Soy católico, practicante de toda mi vida, incluso en etapas de izquierdismo
radical. Eso no me impide opinar sobre la incriminación de plagio hecha al
Cardenal. Soy parcial porque, además, conozco a Cipriani y conocí a su padre,
famosísimo médico.
Pero eso no distorsiona mi libertad de
pensamiento. Si lo considerara culpable, callaría. Empero, lo entiendo inocente
y por eso formulo este alegato. Las frases que se le incriminan como plagiario
carecen de enjundia intelectual o de estética literaria, que podrían invitar a
copiarlas, repitiéndolas como propias. Son lugares comunes.
Todos hemos visto a un Cipriani brillante en la
TV, en el pulpito o en sus artículos y no reina sobre él un aurea mediocrita
urgido de copiar. En su carta de réplica, explica, meridianamente la
situación.
Y nos llega a decir humildemente respecto a sus
artículos: “Toda mi labor pastoral, también este artículo periodístico, tiene
como base y sustento las enseñanzas del mismo Cristo, de los Papas y de la
Doctrina social de la Iglesia. Siempre sigo fielmente sus enseñanzas y cito las
fuentes según el tipo de publicación que se trate. Este patrimonio común de
nuestra fe no tiene, por decirlo así una propiedad intelectual, pero es
habitual y correcto citarlos para una mejor comprensión y, en ocasiones, para
reforzar la autoridad de la doctrina que se expone.”.
No. La posición de nuestro Cardenal, es
ejemplar y moderna, por eso suscita tantas pasiones. Sus predecesores en el
Arzobispado de Lima no le llegan al tobillo. Juan Gualberto Guevara, Juan
Landázuri Ricketts y Augusto Vargas Alzamora se la pasaron rezando en latín,
sin conectar con las masas místicas.
Pero, el Cardenalato de Juan Luis, es el de un
líder religioso. Interviene una hora semanalmente en televisión; sus sermones
en misas son una antología, oratoria que sacude la conciencia religiosa de sus
oyentes. Como es moderno no habla, ni escribe en latín; se trata de comunicar
con la feligresía y lo hace con éxito espectacular en español.
Por eso es un Cardenal histórico, que bien pudo
aceptar estar entre los postulantes al papado. Hay un sentido de peruanidad
negativa entre sus críticos que preferirían tener en lugar de un líder, un
mediocre silencioso dedicado a pensar en latín y mencionar sistemáticamente el
De Profundis. Por eso es que de sectores cavernarios se vomitan condenas
aleves. El protestantismo no tiene ni por asomo un líder de esa jerarquía.
Fuente: expreso
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